COVID-19

Caos. Tristeza. Incertidumbre. Lágrimas. Impotencia. Una compañera de trabajo llora porque no sabe qué hacer con su hija. Un amigo al que han echado del trabajo. Un primo con fiebre. Una empresa que no cierra. Una empresaria que ha visto truncada su carrera.

Esta locura me pilló en Madrid, una ciudad a la que viajo con frecuencia y que se convirtió, en un abrir y cerrar de ojos, en ciudad enemiga, sólo quería salir de allí, como si hubiese llegado la peste. «Ten cuidado en el metro», «No vayas a comer por ahí», «Igual mañana no os dejan salir». Llegué a Valladolid, pero no me sentí mejor. Me di cuenta de que mi casa es un poco menos casa esta semana.

No sé estar sola. Quiero abrazar a alguien por las noches que me diga que todo va a salir bien, pero mi mono de peluche gigante no habla. Vivo con tres compañeras de piso y comparto baño, y de repente, en un abrir y cerrar de ojos, ellas también son la peste.

#yomequedoencasa. «No pasa nada». Pero sí, sí pasa, claro que pasa. Pasa que hace una semana nos manifestabamos por la igualdad, íbamos al cine y tomábamos una caña en una terraza, y ahora no podemos, no sabemos por cuanto tiempo. Pasa que tenemos de todo en casa, Instagram, Netflix, Skype, WhatsApp, y aún así necesitamos más. Pasa que hay millones de personas que se mueren cada día, no porque sus sistemas sanitarios colapsen, sino porque ni siquiera tienen, y el mundo no se para. Pasa que en nuestro país hay gente que no puede quedarse en casa. Pasa que después de que esta locura pare, seguiremos con nuestras vidas y no habrá pasado nada.

Ayer mis amigos quedaron por Teams y sonreí, pero yo sólo quería esconderme y ver una peli en la que cada vez que se daban un beso, pensaba en el COVID-19. Sí, claro q pasa.

Pasa que hace una semana estaba reflexionando sobre si el universo quería decirme que tenía que cambiar algo en mi vida, y ahora nos lo está diciendo a todos.

Aprovechemos para parar, para ver una peli, para leer un buen libro. Para resignarnos a no saber estar solos, para llamarnos, para querernos y para abrazarnos el alma. Para pensar en esas personas que a no tantos kilómetros de distancia, viven mientras el mundo no se para.

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