HOY ES MARTES

En Ollanta la vida amanece temprano. El mercado abre sus puertas con el primer rayo de sol de cada mañana. Las mujeres, con sus bebés envueltos en una manta camuflada como si se tratase de uno más de sus ropajes, preparan su puesto de comida para la jornada. Dicen las malas lenguas que hoy es domingo, aunque podría ser martes. A las siete en punto está preparada la fruta y la verdura, el puesto de los viejos libros que ya no quiere leer nadie. Hay una mujer que da vueltas a la cuchara en una gran olla de un mejunje humeante, y justo al lado otra mujer prepara varias gelatinas de colores que servirán de desayuno a Leonel y a Maryori cuando pasen por delante del mercado de camino a la escuela. Hay un puesto de chatarra justo en frente, que abre el viejo Matamoros a las nueve y diez.

Otras mujeres acuden a comprar al mercado sobre las ocho. Compran pan, huevos y pasta de arroz. Jacqueline suele mirar el puesto de libros mientras su madre la regaña constantemente. La señora Mary Cielo elige siempre los tomates verdes y los plátanos amarillos. Hay un hombre amigo del viejo Matamoros que le hace compañía a partir de las doce. A las dos y media el mercado se llena de niños. La madre de Leonel le da un par de soles para que se compre un caldo y unas salchichas en el puesto de al lado. Maryori se come una fruta mientras el jugo le cae en el cuaderno de la tarea. Tiene que escribir un resumen sobre la ilegalidad moral del aborto.

En la planta de arriba hace unas horas que han abierto los puestos de comida. Los hombres hacen una parada en el trabajo para comer un plato de lentejas y estofado de chancho por 7 soles. Beben té caliente y el mercado vuelve a vaciarse.

Se respira el ambiente cargado de polvo. Cuando el sol se pone, el mercado cierra. Dicen las malas lenguas que hoy es domingo, aunque podría ser martes.

 

Cuando el mercado de Ollanta cierra, en Madrid la ciudad duerme. El comercio abre sus puertas a las diez de la mañana. Las mujeres montan a sus hijos en el coche y los llevan al colegio a las nueve. Ana deja a su bebé en la guardería antes de abrir su tienda de ropa y complementos en Lavapiés. Hoy es martes. A las once y media empiezan a llenarse las tiendas de fruta y verdura, aunque seguirá vacío el puesto de los viejos libros que ya no quiere leer nadie. Hay una mujer que da vueltas a la cuchara en una gran olla de un mejunje humeante. El viejo Martínez abre su quiosco a las once y diez.

Otras mujeres acuden a comprar pan, huevos y leche. Cayetana suele mirar el puesto de libros mientras su madre la regaña constantemente. La señora María elige siempre los tomates verdes y los plátanos amarillos. Hay un hombre amigo del viejo Martínez que le hace compañía a partir de las doce. A las dos el mercado cierra, y las mujeres cogen el coche de nuevo para buscar a sus hijos en el colegio. La madre de Luis ha contratado a una mujer para que les haga la comida. Marta se come un yogur mientras el jugo le cae en el cuaderno de la tarea. Tiene que escribir un resumen sobre genética.

A las cuatro las tiendas vuelven a abrirse, y las calles empiezan a caminar arriba y abajo a partir de las seis. A las ocho, Ana cierra su tienda de ropa y complementos y coge el metro para ir a buscar a su bebé. Cuatro hombres vestidos con traje beben cerveza en una terraza. Se respira el ambiente cargado y concurrido de un duro día de trabajo. Cuando cae la noche, las calles vuelven a vaciarse. Hoy es martes.

 

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