DIARIO DE UN VIAJE A TAILANDIA.ÚLTIMO CAPÍTULO.

Querido octubre, fin de un viaje.

No, no me he aburrido de estar sola. No, no quiero volver. Hay una chica que me seguirá esperando en el desayuno. Un chico al que no me ha dado tiempo a conocer. Una cena que no me ha gustado perderme.

Hay una playa que todavía no he visitado, una cascada en la que me gustaría haberme bañado, un montón de islas que nunca conquistaré, peces de colores a los que no he dado de comer. Un plan por hacer.

No, no quiero volver, pero me siento afortunada. Dos de dos. Mi mochila y yo. Viajes que duran semanas pero se sienten como vidas. Alimento del alma. El mundo, es de mi talla. Amenazo con seguir conquistando el mapa.

Viajar debería ser obligatorio, un bien de primera necesidad con convocatoria de ayudas públicas. Sana mejor que cualquier medicina, y previene de las injusticias y de la tiranía.

Viajar en solitario es un regalo que deberíamos hacernos todos, al menos una vez en la vida. Viajar sola y sentirse más acompañada que nunca. Una mirada, dos almas. El mundo está lleno de personas con mochilas de colores. El año pasado, yo empecé a pintar la mía.

Querido octubre, la playa, metáfora de vida. De pie sobre la arena podemos observar el mar, inmenso, azul. Nuestra vista alcanza muy lejos en el horizonte, pero sólo vemos agua.

Si nos atrevemos a saltar y nadamos hasta el lugar que nuestra vista alcanzaba, descubriremos la apasionante vida marina que se esconde debajo del agua. Viajar mojándose.

El año pasado me atreví a saltar y a nadar en solitario por primera vez, algo con lo que llevaba soñando mucho tiempo. Tenía miedo de alejarme del calor del cardumen. Siempre encontraba una excusa para quedarme de pie en la arena, contemplando el horizonte. Pero el mar me sorprendió con tanta vida, que repetí este año, y de nuevo, volvió a soprenderme.

Si pudieras elegir un súper poder, ¿qué súper poder elegirías?

V I A J A R M O J Á N D O M E.

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